¿Te agobia pensar que cada segundo cuenta?
¿Tienes la sensación de que no tienes tiempo para nada?
Uf.
Quién no.
Desde que tengo uso de razón padezco la enfermedad del tiempo.
Y es un auténtico engorro.
Pasarse el día mirando el reloj, tachando tareas y con el ansia de llegar a todo no mola nada.
Además, ¿para qué?
¿Para llegar a otra cosa y engancharte de nuevo al vicio de la prisa?
Dan ganas de decir: «si me queréis, irse».
Sin embargo, cuando me coloco el mandil y me lío a cortar ingredientes para la lasaña a la que invito a mis amigos a comer en casa cualquier domingo, la cosa cambia.
Con una bossanova de fondo y una copita de vino en el poyete, tengo un día disfrutón.
Por eso, cuando me regalaron un libro que elogiaba la lentitud firmado por Carl Honoré, dieron en el blanco.
Esta es una introducción al movimiento slow y Slow Food desde el punto de vista de la sostenibilidad, la gastronomía y el respeto a la naturaleza.
Nuestra forma de vivir y de disfrutar más de todo respetando al planeta debería ser una prioridad.
Así que acomódate, prepárate una buena bebida y disfruta, que empezamos.
Sin prisa.
El origen del movimiento slow
En 1986 abrieron un McDonald’s en la escalinata de la plaza de España de Roma.
Imagínate.
Un majestuoso lugar, cargado de historia y de cultura italiana… con un garito fast food allí puesto.
Poco bonico queda eso, ¿verdad?
Bien.
Si hay una cosa que me transmiten los italianos es que se aceptan a sí mismos.
Se quieren como son, y cuidan su cultura.
Por eso, un restaurante americano de comida rápida en esa emblemática plaza era pasarse de la raya.
A la gente italiana aquello no le gustó nada. Y dijo que tururú. Que no querían McDonald’s allí.
Confieso que, habiendo trabajado en uno durante casi 2 años, me lo imagino allí plantado… y rompería ese «noséqué» que identifica a Italia ante los ojos del mundo.
Así que, junto a aquel reclamo popular, Carlo Petrini, un carismático autor de libros de cocina, lanzó su Slow Food.
Y, a raíz de aquel manifiesto, nació el movimiento slow, extendiéndose a otras áreas de la vida.

«María, entonces ¿fue antes Slow Food que el movimiento slow?»
En efecto.
Por eso, veamos de qué va eso de Slow Food para entender la naturaleza del resto de corrientes.
Slow Food: mucho más que comida lenta
La traducción de «slow food» es «comida lenta», pero hay más chicha detrás.
En contrapartida —y como un perfecto antídoto— al fast food, comida rápida o comida basura, Carlo Petrini defendía una forma de vivir que conjugaba placeres de la dolce vita con un respeto intrínseco a la naturaleza y al medio ambiente.
Es decir, fomentaba:
- Los productos locales, de temporada y de agricultura sostenible. Esto alimenta la cooperación y las relaciones sanas entre los habitantes de un lugar.
- Las recetas tradicionales que se transmiten de generación en generación; benditas las mammas mediterráneas y su sabiduría culinaria.
- Sentarse a la mesa a comer sin prisa y compartiendo una buena conversación, potenciando el placer social de la gastronomía.
Y es que, como aclara Almudena Villegas en su manual «Saber del sabor», la gastronomía se diferencia de la alimentación en este último punto: el disfrute, el placer y las relaciones que se generan en torno a la mesa.
Por eso, Slow Food también es gastronomía. Concretamente, ecogastronomía.
Qué es la ecogastronomía: medio ambiente e impacto local
Una de las cosas que más me gustan del movimiento, aparte de ofrecer sabores maravillosos, una compañía agradable y fomentar el comercio de proximidad, es el profundo respeto que contempla a la naturaleza.
Es lo que se conoce como ecogastronomía.
La filosofía slow food cultiva, cocina y prepara los alimentos buscando el equilibrio entre placer y medio ambiente.
Los ideales del «bueno, limpio y justo» del movimiento Slow Food nos instan a RESPETAR, CUIDAR Y DISFRUTAR de los recursos que la Tierra nos da.
«Nuestra defensa debería comenzar en la mesa, con comidas lentas», afirma Petrini.
¿Cómo?
Si le ponemos un poquito de consciencia, todos podemos disfrutar de comer saludable, delicioso y sostenible.
Lo único que tenemos que hacer es no volvernos locos y aflojar el acelerador.
¿Por qué?
Porque, al vivir más lento, te conviertes en una persona más consciente.
Vives el ahora, el momento, el presente.
Te haces preguntas, te planteas cuál es el origen de tus alimentos y decides mejor en qué inviertes tu dinero.
Y, para más inri, con el comercio de proximidad bajan las emisiones que agravan la contaminación con el transporte, se protege la biodiversidad de especies al buscar la especialización e impulsamos los mercados de productores locales e independientes.

Como ves, Slow Food es mucho más que comer despacio.
Es una filosofía de consumo, o un estilo de vida, que parte del placer de comer lento.
¿Es perfecto el movimiento Slow Food?
Alabo este movimiento.
Sin embargo, sé que no es para todo el mundo, y que no cambia sociedades de un día para otro.
Como afirma Carl Honoré en el libro Elogio de la lentitud tras el festín gastronómico que se pegó en una casa de comidas italiana, «no es factible comer todos los días durante 4 horas para disfrutar de exquisiteces hechas a mano».
El mundo es como es, trabajamos cada día en una rueda de actividad y los progresos están aquí porque avanzamos.
Pero, como dice mi amiga Sara, «solo tienes que dar el primer paso».
Y el primer paso está en mirarte cada día, y cuestionarte cómo piensas, eliges y actúas.
La gracia del movimiento slow está en que TÚ ELIGES EL RITMO AL QUE QUIERES VIVIR.
Y nace como consecuencia de la filosofía slow food, donde tú eliges el ritmo al que quieres comer.
Cómo empezar tu propio movimiento slow food para vivir mejor
Comer despacio puede ser difícil si acostumbras a ir a toda cebolla.
Si te pasa, prueba a respirar hondo varias veces antes de sentarte a comer, tomando aire por la nariz y llenando los pulmones hasta el diafragma. Cuando lo tengas, suelta por la boca con libertad.
Y, cuando notes que tu pulso baja, es la hora.

Para alinear tus compras con tu cocina y tu vida, te dejo dos ideas slow food muy fáciles de aplicar en tu día a día.
Idea 1: elegir productos de temporada, locales y sostenibles
Céntrate en consumir ingredientes de temporada y cultivados de forma local.
Yo uso un libro clásico, llamado 1080 recetas de cocina de Simone Ortega, donde viene todo explicadito.
Pero es tan sencillo como buscar en Google cuándo es la temporada de cada fruta y verdura, escribírtelo en un papel y colocarlo en el frigorífico —o donde prefieras—.
A la hora de comprar, ve a tiendas de barrio, intenta comprar a granel —y, de paso, te ahorras el interminable plástico con tus bolsas de tela— y prepara menús acordes al calendario de los alimentos de temporada.

Tu granito de arena puede empezar por preguntarte cuánta carne, pescado, verduras y legumbres consumes cada semana.
Luego vendrá decidir cuánto de cada cosa quieres comer en realidad, sabiendo cómo se cultivan, cómo se alimentan y cómo se ofrecen en los mercados.
La consciencia es la clave.
Idea 2: cocinar más.
Tómate la cocina como un ejercicio para reducir el estrés.
Puedes preparar platos rápidos y sencillos al mismo tiempo que deliciosos. Y, ya que te pones, si cocinas un poco más de lo necesario puedes congelar el resto para otro día.
Te aseguro que no hay comida en mi vida más rentable, económica y saludable que las ollas de lentejas, judías y garbanzos que meto en tarros de cristal en el congelador o envaso al vacío.
Como dice Pepa Cartini, tendemos a volver a lo esencial para alimentarnos, para vivir y para disfrutar de la comida, así que no te compliques y ve a lo sencillo cuando tengas que cocinar.
Una cebolla con un tomate maduro troceado y un buen aceite de oliva en la sartén dan para mucho.

La ecuación base de la filosofía Slow Food
Si quieres grabarte una idea rápida a fuego del movimiento para comer despacio y vivir de forma sostenible, quédate con esta ecuación:
Placentero + pausado + local.
Se traduce en reforzar el vínculo con la tierra, comer mejor y estar más saludable.
Prueba y me cuentas.
Recogiendo los avíos
Estas son las raíces del movimiento slow que extraigo de aquel Elogio.
Durante todo el libro, el autor va explicando cómo cambian las distintas áreas de la vida cuando enfocamos el mundo con estos ojos a raíz de la aparición de Slow Food.
Educación, sexo, trabajo, medicina, ciudades, ocio… la premisa básica está en hacerlo todo más despacio.
¿Por qué?
Como te decía antes: si vas más despacio, eres más consciente. Y si eres más consciente, disfrutas más.
Pero tranqui, que no te voy a destripar el libro.
De hecho, me callo ya.
Y me despido dejándote recursos para que seas tú quien investigue, lea y pruebe los beneficios de bajar el ritmo, consumir con cabeza y disfrutar de una buena comida sostenible.
- Aquí el libro (sin afiliación): Elogio de la lentitud.
- Aquí todo sobre el movimiento slow en españa.
- Y aquí tienes el sitio oficial de Slow Food International.
Para seguir conversando, te invito a mis 14 cafés de bienvenida:
Deja una respuesta