Todos pecamos de inocentes alguna vez.
Verás.
Hace poco fui a una tienda de danza.
Necesitaba algunas cosas para clase y la mujer tenía la tienda en liquidación, a un 20%.
«Mira, qué bien», pensé.
Cuando salí de la tienda llevaba dos extras en mi compra.
Uno de ellos era una falda para clase.
Cuando me la probé, pensé que me quedaba un poco larga.
Era la última que quedaba, no tenía menos talla y la mujer me dijo:
—Es la tuya.
—¿No debería quedarme más corta? Para que se me vea la cadera.
Y ella me dijo que no, que era la mía.
Bueno.
Me la llevé. Si no, ya la acortaría.
Hasta aquí, normal.
La cosa es que, un día antes, había llamado para preguntar si tenía unas puntas de una marca concreta.
Hay miles y yo quería unas específicas, recomendadas por mi profesora.
Y la mujer me había dicho que no tenía…
pero tenía otras que lo mismo me podían servir.
Al hablar con mi profesora y decírselo, se puso hecha un basilisco:
—¿Eso te dijo? ¡Mira! Si después de todas las compras que le hacemos lo único que quiere es encasquetarnos su liquidación, de eso nada, monada.
¿La verdad?
Me quedé un poco plof.
Cuando hablé con la mujer pensé que quería ayudarme.
Creí que quería ofrecerme algo que me sirviese, aunque no fuese la marca exacta que andaba buscando.
Pero cuando recuerdo que he tenido que acortar la falda a pesar de que ella me dijera que era la mía, me doy cuenta de que ayudarme era secundario.
Ella priorizaba liquidar sus existencias.
Daba lo mismo si me daba unas puntas que no eran para mí o una falda que me quedase larga.
Y sí.
Ese día pequé de inocente.
Le di las gracias, y todo, por ayudarme.
Pero la verdad es que ahora no me apetece ir a la tienda a comprarle nada.
¿Por qué?
Porque siento que aquella venta no fue honesta.
Que miró antes por su liquidación y por su bolsillo.
Y oye.
Todos debemos cuidar nuestro bolsillo.
Pero cuidado con olvidarte del criterio con el que lo llenas.
Si quieres ventas honestas (con liquidación o sin ella), puedo escribir un copy que venda con tu voz.
Sin tonterías, sin rodeos y sin que te tiemble el pulso.
No te venderé algo que no necesites, hablaré contigo pensando en que las cuentas te salgan, y si no puedo ayudarte, te lo diré igual.